Las visitas guiadas en Ons, Santiago de Compostela, Mondoñedo y otros destinos populares hacen las delicias del turismo nacional e internacional. Estas experiencias suponen una mejora del confort, la seguridad y la diversión durante el viaje, agregando un componente social a costa de la autonomía, de la libertad de decidir qué hacer y cuándo.
La historia de las visitas guiadas comenzó con los tours que el británico Thomas Cook comenzó a organizar a mediados del siglo XIX. Con sus famosos «manuales de viajeros», el alemán Karl Baedeker popularizó, en fecha más reciente, el concepto de guía impresa de viaje, aunque ello no reemplazaba necesariamente a la figura del fremdenführer, más conocido como cicerone o guía a secas en español.
Ni siquiera el auge del turismo virtual ha empequeñecido la importancia de esta figura. Las visitas guiadas permiten al viajero olvidarse de todos aquellos pormenores y preocupaciones —recogida en hotel, transporte privado, explicaciones bilingües, etcétera— que generalmente agregan estrés y empeoran la experiencia. El objetivo es que el usuario se concentre en disfrutar del viaje y se desentienda de estos molestos trámites.
Además, la contratación de visitas guiadas supone un ahorro de tiempo considerable. Sin la obligación de planificar al milímetro su escapada, los turistas aprovechan mejor su tiempo antes y durante sus excursiones. Por ejemplo, la cola para visitar los museos y monumentos más relevantes es interminable en temporada alta, y los tours permiten obtener preferencia con respecto a los turistas convencionales.
Las visitas guiadas se adaptan a cualquier público viajero, sin importar si son adultos, universitarios, escolares, etcétera. Las operadoras y agencias turísticas disponen de paquetes altamente personalizados. Como desventajas únicas, caben destacar la inversión económica, superior a la requerida viajando en solitario, y la pérdida de libertad. Aquellos que disfruten viajando a su ritmo deberían buscar alternativas más flexibles.