Devuélvele un poco de la alegría que te da con este gesto lleno de color

Hay figuras en nuestra vida cuya influencia es tan profunda, tan constante, que a menudo nos cuesta encontrar las palabras exactas para expresar la magnitud de nuestra gratitud. La figura materna, en cualquiera de sus formas, suele ser el epicentro de ese amor incondicional, de ese apoyo silencioso pero férreo que nos ha moldeado. Y aunque cada día es una oportunidad para reconocerlo, hay una fecha en el calendario, ese domingo de mayo bañado por el sol primaveral (o a veces, por la lluvia compostelana, que también tiene su encanto), que nos invita a hacer una pausa y celebrar a esa mujer extraordinaria de una manera especial. Pensando en ello, la idea de recurrir a las flores Día de la Madre en Santiago de Compostela se presenta no como un mero tópico, sino como un lenguaje universal y profundamente emotivo para transmitir todo aquello que a veces el corazón siente pero la voz no alcanza a decir. Es convertir la emoción en algo tangible, vibrante y lleno de vida, un reflejo de la propia vitalidad que ella nos ha infundido.

Recuerdo la vez que quise alejarme del típico ramo estándar para mi madre. Ella es una mujer de energía contagiosa, amante de los colores vivos y con una risa que ilumina cualquier habitación. Decidí que su regalo debía capturar esa esencia. Busqué una combinación que huyera de los pasteles convencionales: gerberas naranjas brillantes, símbolo de alegría; fresias amarillas, con su perfume embriagador y su aire juguetón; quizás algún toque de azul intenso con unos iris, para representar esa profundidad y sabiduría que siempre me ha transmitido. No se trataba solo de elegir flores bonitas, sino de componer un mensaje. Cada color, cada textura, cada aroma era una palabra en esa declaración de amor y agradecimiento. Quería que, al recibirlo, no solo viera un arreglo floral, sino que se viera a sí misma reflejada en él, que sintiera que había dedicado tiempo y pensamiento a elegir algo que resonara con su espíritu único. Ese proceso de selección, de intentar traducir su personalidad en un lenguaje botánico, fue en sí mismo un acto de cariño, una forma de reconectar con todo lo que admiro de ella.

La magia reside precisamente ahí, en la personalización, en ir más allá del gesto predefinido. ¿Es tu madre una persona serena y elegante? Quizás unos lirios blancos, símbolo de pureza y majestuosidad, o unas delicadas orquídeas sean la elección perfecta. ¿Es apasionada y fuerte? Las rosas rojas clásicas nunca fallan, pero también podrías explorar tonalidades más profundas como los burdeos o incluso combinaciones audaces con flores exóticas. ¿Tiene un espíritu libre y ama la naturaleza en su estado más puro? Un ramo de aspecto silvestre, con margaritas, lavanda y verdes variados, podría tocarle la fibra sensible. Pensar en sus colores favoritos, en los aromas que le evocan buenos recuerdos, en el estilo de decoración de su hogar… todos son pequeños detalles que transforman un regalo bonito en un regalo profundamente personal y significativo. Es decirle, sin palabras, «te veo, te conozco, celebro quién eres». Y hacerlo llegar a su puerta, aquí en Santiago, como una sorpresa cuidadosamente orquestada, añade un elemento de emoción y anticipación que hace el momento aún más especial.

Ese domingo de mayo es más que una fecha comercial; es una pausa colectiva para honrar la maternidad en todas sus facetas. Es un día para devolver, aunque sea simbólicamente, una fracción del amor, la paciencia, los sacrificios y la alegría que hemos recibido. Un ramo cuidadosamente elegido se convierte en ese símbolo tangible. No es solo un objeto decorativo que alegrará su casa durante unos días; es un mensaje que perdura en el recuerdo. Es la materialización de un «gracias por tanto», un «te quiero» expresado con la elocuencia silenciosa de la naturaleza. Imaginar su rostro al abrir la puerta, la sorpresa inicial seguida de una sonrisa que se ensancha al reconocer el cuidado puesto en la elección… ese instante justifica todo el esfuerzo. Es un pequeño acto que puede tener un gran impacto emocional, reforzando ese vínculo único e irremplazable.

La belleza de regalar vida en forma de flores reside también en su capacidad de evocar recuerdos y emociones. Un determinado perfume puede transportarla a su infancia, el color de una flor puede recordarle un viaje especial, la simple presencia de algo vivo y natural en su hogar puede levantarle el ánimo de forma instantánea. Estamos regalando no solo un objeto, sino una experiencia multisensorial cargada de significado. Y en una ciudad como Santiago, con su propia conexión profunda con la naturaleza y la tradición, este gesto adquiere una resonancia particular. Es celebrar a nuestras madres con la misma belleza que nos rodea en los jardines de la Alameda o en los campos gallegos que empiezan a florecer en primavera. Es traer un pedazo de esa vitalidad exterior al interior de su hogar y de su corazón.

Seleccionar ese homenaje vibrante, pensar en cada detalle, desde la composición floral hasta la tarjeta con un mensaje escrito desde el corazón, es una forma hermosa y profunda de celebrar a la mujer que nos dio la vida o nos crió. Es reconocer su importancia insustituible y devolverle, a través de colores y aromas, un poco de la luz y la alegría que ella constantemente aporta a nuestras vidas.