Hace poco leí un artículo en el periódico en el que un médico estallaba contra aquellos que hacen ‘mal’ uso de las urgencias. Se trata de un tema peliagudo en el que, en mi opinión, nadie tiene toda la razón. Y es que todos los analizan desde su punto de vista y no se ponen en la piel del otro.
El médico en cuestión se quejaba de que existen personas que acuden a urgencias para saltarse la lista de espera y solo porque tienen un resfriado. Correcto. Muchas personas actúan de esta manera, sin respeto por los demás. No son conscientes de que la Sanidad Pública no es un pozo sin fondo y de que todos debemos colaborar haciendo un uso responsable de la misma. Una cosa es sospechar que se tiene un tumor de pecho y otra acudir a urgencias por un par de estornudos.
Pero luego está la otra cara de la moneda: la del paciente que no entiende lo de las interminables listas de espera. Puedo poner de ejemplo, mi caso personal. Yo ya me he dado por vencido con mi médico de cabecera. Cada vez que me pongo malo, sé que no tendré cita hasta 5 ó 6 días después, con lo cual no me merece la pena acudir, porque cuando lo haga ya estaré curado… o mi dolencia será para ser tratada en urgencias.
O puedo poner ejemplos de personas cercanas como una chica que lleva con dolores insoportables en una rodilla desde hace dos años, hasta el punto de que no puede dormir, y tiene que esperar una media de dos meses para ser atendida por el especialista del ramo.
El médico que estalló contra los irresponsables tal vez no haya pensado en que él no está ahí para juzgar a la gente, sino para atenderla. Porque cada persona tiene sus propias circunstancias y si acude a urgencias por un problema aparentemente no tan grave como un tumor de pecho tal vez se daba alguna razón de peso, no solo porque se quiera saltar la lista de espera, listas que en ocasiones son más largas que un día sin pan…