Periódicamente, los medios de comunicación sacan algún estudio o informe sobre los peligros de tal o cual alimento. Hace muchos años fueron los huevos. Y más recientemente le ha tocado al cerdo. Rápidamente, las empresas vinculadas al sector reaccionaron para vendernos las bondades de los productos derivados del cerdo, asegurando que los informes aparecidos solo creaban innecesario alarmismo.
¿Quién tiene razón? ¿Los que ‘difunden’ el alarmismo o los que tratan de apagar el fuego? Por un lado, los lobbys de grupos de alimentos tienen un interés evidente en que determinado producto no sea maltratado a nivel mediático porque podría suponer unas pérdidas multimillonarias.
Hay que tener en cuenta que los consumidores cada vez están más concienciados con la salud y la seguridad alimentaria. Queremos comer bien y saludable. Pero además, son muchas las personas que también rechazan aquellos alimentos que son producidos en entornos de sobreexplotación o que perjudican a las comunidades rurales de países subdesarrollados.
Por otro lado, ¿quién está detrás de los informes que critican tal o cuál producto? La OMS no es la organización más fiable del mundo, con meteduras de pata históricas como la de la Gripe A. Y a menudo las propias universidades o las organizaciones ‘independientes’ están apoyadas por empresas privadas a las que les interesa perjudicar determinado producto… para beneficiar otro.
Nada es blanco o negro. Todos podemos estar de acuerdo en que el tabaco es malo para la salud, pero ¿y el aceite de palma? Es la última polémica que ha saltado en la prensa. Según dicen, uno de cada dos productos que encontramos en el supermercado contiene aceite de palma. Se relaciona la producción de este aceite con la explotación infantil o la quema indiscriminada de bosques.
Tal ha sido la polémica que algunas cadenas de supermercados han prometido que investigarán a fondo la procedencia de los grupos de alimentos que contengan aceite de palma. Y tal vez los veten en sus superficies.
Algunas empresas del sector no han tardado en reaccionar, puesto que este producto es clave en su negocio. Y pretenden mostrar las bondades del aceite de palma. ¿Quién tiene razón? Al final el consumidor no sabe a quién creer.