Me la encontré el otro día en un supermercado: iba con un carrito con un niño y paseaba despreocupada por la frutería: me quedé blanco y preferí no abordarla, había pasado demasiado tiempo. Hacía quince años que la vi por última vez, en el estadio, como siempre. Ella fue una de las primeras feministas que conocí, antes de que el tema fuese de obligado tratamiento en todos los noticiarios y debates. Ella era feminista sin alardear de ello, lo tenía tan asumido que no necesitaba promocionarse como tal.
La primera vez que la vi fue cuando llegó al bar donde nos reuníamos antes de los partidos. Llegó con su polo de mujer, con su pantalón ceñido y sus botas militares… y el pelo rapado. Era muy raro ver a una chica en nuestro grupo, a no ser que fuera la novia de alguien. Pero ella no era la novia de nadie, y nunca lo fue: no quería esa clase de relación.
Estaba muy metida en tema políticos y rápidamente nos hicimos amigos porque yo era uno de los miembros más activos del grupo. Por aquella época incluso redactaba un fanzine con bastante éxito y ella quiso colaborar conmigo haciendo textos reivindicativos y también algunas reseñas musicales, otra de sus pasiones.
Pero también le gustaba el fútbol. Y aunque es cierto que para muchos de nosotros lo de acudir al estadio los domingos era una excusa para estar juntos, ella no hacía nada de cara a la galería: si iba al estadio es porque le gustaba y “sentía los colores”. Incluso la vi meterse en alguna de las batallas campales que teníamos con los ultras del otro equipo de la ciudad que, además, eran contrarios a nosotros en ideología.
Tenía agallas y todo el mundo la respetaba. Poco a poco, nuestra relación se hizo más estrecha y llegamos a tener algo… Pero ella nunca quiso comprometerse: sabía que se había liado con algún otro del grupo. Y a pesar de moverse en un mundo de hombres, con todo lo que ello conlleva, nunca fue mirada por encima del hombro por hacer lo que le apetecía y estar con quien quería.
Así que cuando la vi sin su Polo mujer, con una larga melena, vestida totalmente normal… y con un niño, aluciné: y luego me di cuenta de que yo también había cambiado mucho.